Estadio… ¿seguro?

Leyes más, planes menos, la situación es la misma. Los “Kramer”, “Anarquía”, “Pancho Malo”, “Spiry” y tantos otros, siguen circulando libres por las canchas del país, con prontuarios tan abultados como mochila de escolar en marzo.

 Por Francisco Uauy (@pancho_uauy)

Conductor de Rock&Gol

Cada vez que los delincuentes de siempre hacen de las suyas en los estadios, salta a la palestra el programa “Estadio Seguro”, una de las joyitas de la administración de Sebastián Piñera. Lamentablemente, al diamante le falta mucho por pulir para que llegue a brillar.

Mucha agua ha pasado bajo el puente (sangre también), desde que fuimos testigos de esas brutales imágenes de la pelea entre barristas de Colo Colo, esa donde “El Barti” apuñalaba al “Huinca” por poder, sí única y exclusivamente por poder. Era diciembre del año 2000 y dos “referentes” de la barra del “Cacique” terminaron peleando bañados en sangre, como si se tratara de una lucha de gladiadores (algo más fofos) en el Coliseo de Roma. Pese a todo, ese no fue el primer hecho de violencia en un campo de juego (quizás el más recordado por lo truculento), pero está lejos de ser el primero y, lamentablemente, más lejos de haber sido el último.

Ya 10 años antes (1990), en los alrededores del Estadio Monumental, un hincha hispano de tan solo 17 años fue golpeado por hinchas albos… varios días agonizando y se transformó en el primer mártir de nuestro fútbol. El joven padecía de hemofilia.

En ese mismo instante saltaron los políticos -de todos los sectores- repudiando el hecho y, cuatro años más tarde, en 1994 salió la denominada “Ley de violencia en los estadios”.

Veinte años después, Quillota y  el Santa Laura se transforman, nuevamente, en escenarios en los que la violencia se transforma en protagonista.

Las culpas van de un lado a otro… de la ANFP al  Gobierno, de los clubes a Carabineros, de los hinchas a “Estadio Seguro”; pero nadie asume responsabilidades. Siempre es más fácil echarle la culpa al empedrado.

El pasado fin de semana -8 y 9 de febrero- la película que vimos (o no vimos) por el CDF, fue la misma que se viene repitiendo desde los ‘90: delincuentes en las tribunas, hinchas humillados en los accesos, niños llorando, mujeres asustadas y barrabravas felices de la vida.

Leyes más, planes menos, la situación es la misma. Los “Kramer”, “Anarquía”, “Pancho Malo”, “Spiry” y tantos otros, siguen circulando libres por las canchas del país, con prontuarios tan abultados como mochila de escolar en marzo.

No son pocos los que justifican estos hechos por la aglomeración, los malos accesos y un largo etcétera. Quizás olvidan que muchos de esos recintos deportivos donde se juega al fútbol son, también, escenarios de conciertos, mucho más  masivos que varios (por no decir todos) partidos.

Lo que demuestra, claramente, que el problema está en la ORGANIZACIÓN del evento y en la capacidad de los mismos organizadores. Resulta más que obvio que un gran porcentaje de los hinchas del tablón, participan también de los conciertos de rock. Entonces, la pregunta surge espontánea ¿por qué si el show es de una banda se portan bien y si es de dos equipos, se comportan como verdaderos energúmenos?

Porque las productoras que realizan shows musicales deben cumplir con un “cuaderno de cargos” mucho más exigente que el de los clubes; porque los clubes jamás han asumido responsabilidades respecto de SUS hinchas (muchos de los cuales “trabajan” para esas directivas no tan prístinas como pretendieron hacernos creer); porque el nivel de profesionalismo de los guardias de los conciertos es infinitamente superior al de los del fútbol  (compuesto por dueñas de casa e hinchas). Al fin y al cabo, porque ni  los propios protagonistas se toman en serio su espectáculo.

Entonces, surgen las dudas: ¿cuándo va a cambiar esto?, es necesario un marco legal más estricto?, ¿quién vela por los derechos de los que asisten a un estadio?, ¿existe real voluntad de terminar con la violencia?

Hipótesis hay muchas, desde los vínculos entre dirigentes y delincuentes, hasta el beneficio que recibiría el CDF con la baja asistencia de gente a los estadios, lo que redunda en una mayor cantidad de abonados su señal.

Cuando algo funciona mal mucho tiempo hay dos posibles respuestas: o no se encuentra el problema o el problema no es tal para todos.

Mientras tanto, resulta más seguro ir a un concierto de los “satánicos” Iron Maiden en el Estadio Nacional (con 80 mil personas),  que a un partido entre Santiago Wanderers y la U, en Quillota, con apenas cuatro mil forofos.

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